Por la falta de consenso entre científicos, productores y ambientalistas, el Perú no cuenta con un reglamento de la Ley de Bioseguridad. Esta norma es fundamental para definir las condiciones de siembra y cosecha de organismos genéticamente modificados (transgénicos).
Por otro lado, siempre están abiertas las discusiones sobre los efectos de estos productos en la salud humana, aunque las objeciones a la inocuidad de los transgénicos no han sido determinantes para desalentar su elaboración.
RODEADOS. De acuerdo con el Servicio Internacional para la Adquisición de Aplicaciones Agrobiotecnológicas (ISAA), en Sudamérica, salvo Perú, Ecuador, Venezuela y las Guyanas, la mayoría de países ha permitido oficialmente la siembra de estos cultivos. Si bien el hecho de declararnos un país libre de transgénicos puede generar una diferenciación comercial de nuestros productos, especialistas en biotecnología advierten el riesgo de que los agricultores adopten informalmente estos cultivos en busca de una mejor productividad y rentabilidad.
Al respecto, Alda Lerayer, directora ejecutiva del Consejo de Informaciones sobre Biotecnología (CIB), recuerda que esta situación se dio en Brasil. Allí se cultivan productos genéticamente modificados –principalmente soya– desde 1996. Pero, recién desde 2008, esta actividad se encuentra regulada con la definición de zonas de cultivo y medidas de protección. En este país, por ley, las áreas de cultivo de maíz modificado deben estar separadas de otros cultivos a una distancia de 100 metros, pero los agricultores además intercalan sus campos con zonas de protección donde siembran el producto tradicional para evitar que las plagas evolucionen. Ello ha permitido reducir el uso de pesticidas por siembra y ahorrar entre 10% y 20% por hectárea.
María Andrea Uscátegui, directora de Agro-Bio de Colombia, señala que el Perú podría convertirse en un importante productor de semillas transgénicas, debido a su diversidad de pisos ecológicos y la posibilidad de cultivar todo el año.
INVESTIGACIÓN. Embrapa es la empresa estatal brasileña encargada de promover este tipo de desarrollos científicos. En 2011, planean invertir cerca de US$1,000 millones en investigación, a través de asociaciones con las transnacionales del rubro, como Monsanto y BASF.
Alda Lerayer, de la CIB, indica que, desde su formulación hasta su lanzamiento comercial, una semilla transgénica toma alrededor de ocho años e involucra una inversión de US$50 millones. En ese sentido, Embrapa adquiere genes ya desarrollados y probados comercialmente para sus propias investigaciones, compartiendo las patentes.
Fuente: PERU21.PE
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